Dejé de escribir por un rato porque estaba en una fase medio complicada, donde me tocó desvincularme y dejar atrás el trabajo realizado en los últimos 3 años para dar paso a una nueva etapa en mi vida profesional, que pueda ser más compatible con Mi vida en sí.
Pero hoy, 8 de marzo, es un buen día para retomar.
En estos días he reflexionado sobre como la sociedad se identifica con el uso de los Apellidos. En mi país (México), la regla es que por delante los hijos llevan el apellido del padre y después el primer apellido de la madre, que para fines últimos es el de su padre, osea, el del abuelo del niño/niña. Así, se olvida de manera tan natural y automática la valiosa aportación de la madre, y aprendemos con este sencillo gesto que la mujer va en segundo lugar.
En mi trabajo tengo la oportunidad de trabajar con gente de varios países, y encuentran curioso este asunto de dos apellidos en México, porque en varios países, incluso algunos que podríamos pensar son más modernos y con menos machismo, no existe un doble apellido, sino se conserva el del varón y la mujer incluso cambia su identidad al casarse y adquiere el apellido del marido. Este es el caso en Estados Unidos y el Reino Unido.
En otros páises latinoamericanos como Brasil, la mujer conserva su primer apellido pero se suma el del marido, por lo que nuevamente cambia su identidad según su estado civil.
Haciendo un poco más de investigación, encuentro que algunos países han hecho la reflexión de que este tema de los apellidos puede ser un acto desigulatario, al imponer a las familias un orden para conservar, heredar los apellidos. Italia, de tradición favorecedora al apellido paterno, pone sobre la mesa la posibilidad de dar la opción a las familias a elegir los apellidos y el orden a usar. Los Alemanes, quieren permanecer simples con el uso de un solo apellido, pero da la opción a los padres de elegir cual será, lo cual me suena más equitativo.
Es chistoso reflexionar sobre los apellidos, porque en varias culturas el origen familiar, denotado por el apellido es de suma importancia, y por ello la importancia de este orden en la asignación. Pero cuando leo que en el Tibet no llevan ningún apellido, o que en África el apellido está relacionado al día que nacen y no relacionado a sus progenitores, me viene a la mente que lo importante en estas culturas es la persona en sí, no de quien viene.
En mi caso, me hubiera gustado heredar mi apellido materno a mi hijo, por la simple razón que no estoy ligada emocionalmente al apellido de mi padre, no por él, si no porque la familia de mi madre ha sido más cercana y será más cercan a mi hijo. Pero yo tendría que haber «pagado» por un juicio de amparo para que la ley me permitiera esto, lo cual el hecho de pagar o de someter a juicio algo que para mi no tendría que ser es un acto injusto en sí. Así que conservo la tradición de todo el país, esperando que mi hijo tenga la oportunidad de identificarse con un apellido, que haga referencia a sus raices y viviencias.
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